Hundiendo las raíces en la historia


Incursionando en la historia, encontramos que los indígenas taínos, cuya presencia en las islas del Mar Caribe se remonta muchos siglos atrás antes de la llegada de los españoles a América, conocieron y aprovecharon las bondades de la madera del guayacán real, atribuyéndole adicionalmente propiedades curativas a su aceite natural, el guayacol, por lo que la utilización de esta especie forestal formaba parte de su cultura.

Se reporta que pruebas al carbono, efectuadas a finales del siglo pasado, en postes de  antiguas viviendas utilizadas por los taínos en la Isla de Santo Tomás (al este de Puerto Rico) revelaron una antigüedad de 800 años, confirmando así su pertenencia a la época pre-hispánica.  Asimismo, se han encontrado asientos, esculpidos en madera de guayacán real, utilizados por los taínos en sus ceremonias religiosas.

Esta es la realidad que encontraron Cristóbal Colón y sus hombres al llegar a las paradisíacas islas del Mar Caribe, a finales del siglo XV, y establecer contacto con los indígenas taínos. 

Paradisíaco archipiélago de las Bahamas, con la isla Guanahani, donde Cristóbal Colón y sus hombres hicieron su primer desembarco, llamándola con el nombre de San Salvador; para entonces islas con abundante presencia de guayacanes reales.

Los navegantes europeos descubrieron así, en el Nuevo Mundo,  una madera de extraordinarias características mecánicas, a la cual los pobladores nativos le atribuían adicionalmente valiosas propiedades curativas, todo lo cual la hacía muy valiosa.

Es por lo anterior que no es de extrañar que la madera del guayacán real formara parte de las primeras exportaciones del Nuevo Mundo al continente europeo, de lo cual dan fe registros históricos del año 1508.

Sin embargo, a pesar de las inmensas bondades mecánicas de la madera del guayacán real, más que éstas, fueron las propiedades curativas atribuidas al guayacol, las que incrementaron en forma totalmente desmedida la tala de esta especie, y, el traslado de la madera cortada hasta Europa –y posteriormente a otras regiones del mundo-  llevándola casi al borde de la extinción.

El guayacán real, que antiguamente se encontraba en abundancia en su hábitat natural, ha llegado a desaparecer por completo, o bien, a ser extraordinariamente escaso, en muchas islas del Caribe, así como en varios países continentales donde habitó.

Con, o sin, fundamento, dentro de las propiedades curativas que se le atribuyeron al guayacol, la más trascendente de ellas resultó ser su empleo como tratamiento contra la enfermedad venérea de la sífilis, lo cual se tradujo en una desmedida demanda europea por el guayacán real.

Es así como el guayacol formó parte de la primera medicación desarrollada en Europa contra esta enfermedad, la cual seguiría siendo, hasta el año 1909, uno de los dos tratamientos empleados contra la sífilis.  ¿Era realmente el guayacol eficaz para este tratamiento? ¡Aún se debate al respecto!  Afortunadamente, la penicilina, y, posteriormente, diversos antibióticos, sustituirían esta aplicación del guayacol  en el Siglo XX.

Como anecdóticamente lo señalan los profesionales de la organización El Mundo Forestal (www.elmundoforestal.com), la sífilis se convirtió en la primera enfermedad de la especie humana que mató masivamente a una especie forestal, hasta llevarla casi al borde de la extinción.

Como resultado de todo lo anterior, a diferencia de todas las demás  maderas, las cuales se comercializaban por volumen, el guayacán real se comercializaba por peso, alcanzando un precio exorbitantemente alto:  siete coronas de oro por libra, haciendo de la corta y venta de la madera de guayacán real un negocio sumamente lucrativo.

Con el paso del tiempo, el destino de esta madera caribeña no se limitaría únicamente al continente europeo, sino que se extendió también al Asia y al resto del mundo, dadas sus cualidades.

De acuerdo a los registros del CITES, los siguientes países: Japón, Alemania, China y Estados Unidos de América, encabezaron la lista de los países importadores de madera de guayacán real hacia finales del siglo XX.  A partir de 1979, México figura como el único país exportador, registrándose en algunos otros países re-exportaciones de guayacán real de origen mexicano.  El registro histórico más antiguo del CITES, del año 1978, corresponde a una gran exportación realizada desde Costa Rica, con un volumen de 101 m3 de madera.